La edad del cielo

Hoy es domingo, en mi opinión el día más filosófico de la semana.

Si has salido el sábado por la noche es el clásico día de calma tras la tempestad, en el que tu cerebro se recoloca tras las locurillas de la noche anterior.
Y si no has salido casi es peor, porque el exceso de tiempo libre hace que tengas más momentos para pensar.

El domingo es el día en el que la semana acaba, muere... y debe ser por eso que nuestra mente, en un proceso similar al que dicen que se experimenta justo antes de dejar este mundo, decide por su propia voluntad ponerse a hacer un recuento de los hechos y sacar las conclusiones pertinentes, como si estuviese preparándose para realizar su defensa en el día del Juicio Final.

Instauramos el fútbol los domingos para mantener entretenida la patata y evitarnos los malos rollos. Otros aprovecharon que era el día de bajón y colocaron la misa, a sabiendas de que los domingos es cuando estamos con las defensas más bajas.
Afortunadamente alquien contraatacó inventando lo de ir de cañas y así convertir este temido día en una especie de sábado bis, minimizando los daños.

La propia Biblia dice que Dios hizo el mundo en seis días y al séptimo descansó. Lo que realmente hizo el séptimo día fue comerse la cabeza. El resto de la historia ya la conocemos: el mundo está hecho unos zorros ( o como diría el alcalde de Valladolid: unas zorras), y Dios acabó crucificado. Y es que los domingos, si no se saben llevar, no son nada buenos.

¿Por qué el domingo es la fecha de la semana preferida para ir al cine? Pues porque así nos metemos en otra vida y evitamos darle vueltas a la nuestra, por eso.

Total, que ya me he cansado de escribir tonterías ( y eso que el día de hoy no ha hecho nada más que empezar); os dejo con una canción filosófica y dominguera a más no poder (y el vídeo ya ni te cuento, pero me gustan las dos cosas):