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viernes, 20 de julio de 2007

Esta paranoia es de Ender Wiggins

Odenta: Capítulo II

Índice

- Capítulo I: Inicio.




Capítulo II. Doji-Kiri.






Madrid, Museo del Prado. 18:30


Aparté el trozo de cornisa que bloqueaba la entrada a la Sala C como pude, encontrándome otro cadáver. Esta vez era una mujer.

Aunque la cara estaba totalmente quemada, el broche dorado con forma de gato que solía lucir en la blusa ( y que ahora estaba pegado a la piel quemada) y el cinturón horroroso y semi carbonizado que anudaba su cintura, delataban a su propietaria: Eva, una guía del museo contratada eventualmente para la exposición. Menuda, pelirroja,bastante inquieta y altamente erótica, al menos en mis fantasías.

observé el cadáver sintiendo que me invadía una náusea difícil de controlar. No quedaba nada reconocible desde la clavícula para arriba, ni una brizna de pelo. La blusa estaba quemada desde el cuello hasta casi el principio de los pechos, como si alguien la hubiese disparado a bocajarro con un lanzallamas. En una de sus manos, sostenía lo que bien había podido ser su última oportunidad de defenderse; una wakizashi Muramasa. El sable, corto y ligero, tenía fama de tener un filo increíble, y Eva se moría de ganas de empuñarla, pero, obviamente, los dueños de la espada no opinaban igual. Al menos murió luchando, por lo que se puede deducir; la wakizashi tenía el filo mellado, lo cual es bastante impresionante, dado que se necesita un golpe bastante considerable para mellar una espada de acero templado de esta calidad. Eva debió pensar que necesitaba ser rápida, y dada su musculatura, fue una buena idea. Aunque no lo suficiente.

Recojo el sable corto con el mayor cuidado posible, aunque el rigor mortis hace que tenga que tirar un poco. En una de las paredes de esta sala, si no recuerdo mal, está la rejilla de ventilación que termina en la sala de calderas. Contando con que las alarmas de presión estén desactivadas, igual que las de los cuadros, contando con que un conservador fofo y de mediana edad pueda arrastrase por 500 metros de conductos de ventilación que no se limpian desde el año pasado, contando con que no me rompa nada, contando con que no estén vigilando los conductos, ni la sala de calderas,...
Una vez allí, tengo todas las llaves necesarias para poner tierra de por medio entre el Museo y yo.

Tirado.

La sala está desierta, si no contamos el cadáver de Eva. Hay 'discretos' indicios de lucha, como un trozo de pared del tamaño de una persona derrumbado encima de una urna de cristal, que contenía una armadura samurai en perfecto estado y que ahora es un flan samurai en perfecto estado.

Dios.

¿Qué tipo de armas utiliza esta gente? ¿Qué tipo de personas matan de esta manera a una mujer armada con el equivalente oriental de un cuchillo de cocina largo?

Un escalofrío me recorre la columna y acelero un poco el paso hacia la pared norte de la sala, donde se ve una rejilla de ventilación. Me acerco apresuradamente y la examino. Cuatro tornillos. No hay problema. La wakizashi servirá. Espero no tener que decirle a los dueños que la utilicé como destornillador. Bueno, la verdad es que espero poder contárselo. Con todas mis fuerzas.

Desatornillo la rejilla y la pongo cuidadosamente en el suelo. El conducto de ventilación parece accesible, y no veo nada que se mueva. Me incorporo y suspiro aliviado mientras doy un rápido vistazo a la sala. Decido coger el trozo menos pudoroso de la blusa de Eva (de hecho, el único trozo que queda) para hacer un obi para la wakizashi, dado que quiero llevármela y no deseo hacerme un seppuku involuntario mientras gateo por el conducto. Será una funda un tanto penosa, pero es mejor que nada.

Arranco con cuidado los trozos de blusa. La visión de los pechos de Eva no resulta tan reconfortante como me imaginaba hace unos días. Envuelvo la wakizashi en los jirones de blusa, haciendo la funda más horrenda que haya visto esta arma, y vuelvo hacia el conducto de ventilación, mientras me anudo al pantalón mi funda improvisada.

Justo al lado del conducto, descansa sobre un atril fijado al suelo con 4 pernos de acero uno de los sables más grandes de la exposición, la Doji-Kiri. La urna de cristal, resquebrajada, está sucia por el polvo, pero la espada sigue siendo impresionante. Es una de las más antiguas de la exposición (forjada por Yasutsuna en algún punto que va desde el 806 a su muerte, no documentada) y tiene la forma característica de las katanas de los primeros años; hoja curva, larga y pesada. En esa época, la belleza todavía no era prioritaria respecto a la eficacia, y la Cortadora de monstruos, como la llamó su dueño, es el mejor ejemplo. Acero templado capa tras capa sin otro objetivo que perforar cualquier armadura de la época ; solo era necesario saber cómo y dónde descargar el golpe perfecto, y podías partir en dos a una persona. Al menos, eso cuentan los escritos que se conservan. Personalmente, dudo mucho que una persona que no tuviese dos brazos como pistones pudiese manejar esa espada con la destreza suficiente para matar a alguien tan limpiamente.

La espada brilla, destacando en el plano y soso fondo color crema de la pared de la sala. Durante unos segundos, el filo del sable me deja sin respiración, y pienso en 'sopesarla'. Aún recuerdo el viaje a Japón que hicimos en los cursos de conservación, y las clases de manejo de katanas. Obviamente, nunca he manejado una tan larga, y la curvatura de la hoja hace aún más difícil su manejo, pero la tentación está ahí.

No debo.

Vete.

Suspiro. No es momento de hacer de turista, por mucho que me tiente. Me agacho. El conducto no parece demasiado angosto. Puedo...

CRACK.

El silencio se rompe de repente. Mi cuello se tensa como una cuerda de violín e instintivamente, aferro la wakizashi con la mano derecha. Se vuelve a oir un crujido, esta vez más claro. Unos pasos, casi imperceptibles, se acercan hasta aquí. Parece una sola persona.

Rápido, piensa. Si me meto ahora en el conducto, sabrán hacia dónde voy y solo tendrán que esperarme. O simplemente soltarán una granada, o lo que sea que utilizan estos asesinos hijos de puta, y se acabó. No parece que les importe mucho el tema de los daños colaterales, no digamos un puto conducto de ventilación. Tienes que hacerle frente. Cojonudo. Esto sí que va a ser rápido.

Se oye una voz, con una modulación muy extraña, saturada y metálica. Debe estar comunicándose con alguien. Decido que la ventaja apoya al que tiene la espada más gorda, y me arriesgo abriendo la urna de la Doji-Kiri. La cerradura se abre fácilmente, dado que la urna está resquebrajada justo por ese punto. Se oyen pasos. Cerca. Muy cerca. Cojo el sable rápidamente y me acurruco en la mesa central de mármol, donde están expuestos los sables cortos. Ruego a Dios que quien sea que viene no me haya oído. Al menos, la mesa de mármol es un bloque sólido y no me verá a la primera.

Silencio.

Otra vez la voz. No entiendo nada. Deben ser de europa del este, por las inflexiones de las sílabas. Todas muy vibrantes. mi ruso, que se quedó en el
Do svidaniya y el Spasiba, no me permite elucubrar mucho más. Me concentro en el curso de 'Manejo de sables enormes para cuarentones con michelines' que voy a autoimpartirme en los siguientes 10 segundos. Saco la katana de la tsuba y me concentro en acostumbrarme a su peso. Acurrucado como estoy, no resulta muy fácil. Agarro la Doji-Kiri por la Tsuka con ambas manos, e intento blandirla en paralelo al suelo. El sable casi se me cae.

¿Dios, cómo podía alguien mover esto en perpendicular al cuerpo?


Otro crujido, este más cercano. Probablemente, el 'visitante' esté en el arco de entrada de la sala. Oigo como aparta de una patada algo blando (probablemente el cuerpo de Eva) y vuelve a decir algo, esta vez más imperiosamente. Alguien le responde. Puede que se hayan dado cuenta de que no dejaron a la mujer sin la blusa. Imbécil. Soy jodidamente imbécil. Voy a morir. El tío se acerca. Agarro la Doji lo más fuerte que puedo y ruego porque se dé la vuelta. El corazón me va a mil por hora.

No hay suerte.

Veo como se proyecta su sombra sobre la mesa. Se para. Gira.

Ha visto la rejilla de ventilación en el suelo. Gruñe. Sus movimientos son lentos, calculados. La sombra del soldado gira hacia la derecha, rodeando la mesa, y dirigiéndose directamente hacia la rejilla. Le veo de espaldas. Es bastante alto, calculo que supera los dos metros. Lleva una especie de armadura que le cubre íntegramente, cabeza incluida. Parece hecha de una sola pieza. No se ven pliegues, ni uniones. Y a pesar de eso, brilla como si fuese metálica, con un color negro que centellea bajo el foco del atril vacío de la Doji-Kiri.

En qué lío me he metido... tengo que hacer algo.Intentar huir no es una opción, me atraparía en un momento, y, dado que parece que se comunica por radio, me acorralarían facilmente...No hacer ruido, y darle todo lo fuerte que pueda. Quizá así pueda escapar. Me levanto lo más silenciosamente que puedo, mientras veo como el soldado examina la rejilla y el conducto de ventilación. Se ha agachado. Bien.

Agarro la Doji con ambas manos. Si no recuerdo mal, es como mejor se controla, y voy a necesitar atizar muy fuerte a este tío para no necesitar una segunda estocada. Me levanto en cuclillas, con la katana en paralelo a mi cuerpo, al lado derecho. Avanzo hacia el muy cabrón, que sigue agachado examinando el conducto. Cuando estoy a menos de medio metro no me atrevo ni a respirar. lanzo las manos hacia atrás, apoyo el pie izquierdo para golpear con más fuerza y lanzo el golpe mientras veo como el soldado gira la cabeza y levanta bruscamente el brazo intentando interceptar el golpe. Mi golpe falla por un buen trecho, dándole en el hombro. El soldado cae de culo, mientras a mí me tiemblan hasta las orejas del retroceso vibratorio. ¿De qué cojones está hecha la puta armadura?

Salto, sin coger siquiera impulso, hacia la mesa, mientras oigo un ruido sibilante y la esquina de mármol de la mesa estalla en pedazos sobre mi cabeza. Por poco.

No le he hecho ni un rasguño, y tampoco se lo hubiese hecho aunque se hubiese estado quieto, ya que le he dado con la hoja en vez de con el filo. Recuerda las lecciones de Kenjutsu, anormal. Sostén la espada firmemente. Golpes rápidos, a puntos blandos. No gires la muñeca hasta que hayas cortado...Aunque ya no vaya a servir de mucho. El soldado sabe que tengo una espada, sabe que no sé utilizarla y probablemente espere a que lleguen refuerzos.

Le oigo gritar. Se produce un intercambio de frases entre él y quien sea que está al otro lado de su receptor. Otro par de zumbidos, y me llueve marmol encima de la cabeza. Debería rendirme. Quizás si salgo con las manos en alto... tiro la espada antes... quizás no me mate...

- "No posibilidad esca-par tú."

Y quizás los cerdos vuelen.

Parece como si hubiesen agarrado a un turista, le hubiesen metido en una lata de conservas y estuviese hablando desde allí. Pero se entiende.Le entiendo perfectamente. Ni siquiera me ha pedido que me rinda. Por lo tanto, no necesita que me rinda.

Sopeso mis opciones. Saco el wakizashi de su funda de tela, y la inserto en el
tsuba del Doji-Kiri. lo anudo con el trozo de blusa, para que no se mueva, y lo lanzo bien lejos, a la vista del soldado. La wakizashi recorre unos cinco metros resbalando por el suelo de marmol negro antes de pararse, espero, a suficiente distancia del soldado como para que no le den ganas de ir a examinarla.

Si hay suerte, el soldado creerá que estoy desarmado. Si no se ha fijado en la pobre ornamentación del
Tsuka del wakizashi en comparación con la recargada empuñadura de la Doji-Kiri.

Oigo pasos. La sombra vuelve a proyectarse sobre la mesa. Tengo que adivinar por dónde va a asomar. Vuelvo a empuñar firmemente la Doji-Kiri, apoyando la espalda contra la mesa, quedándome en cuclillas. Vamos, no dudes, hijo de puta. aparece por la puta derecha. La mesa es demasiado larga incluso para un gigantón como tú, hijo de puta. No puedes dispararme por el frente, hijo de puta. Rodea la mesa, vamos, hijo de puta.

La sombra se mueve. Hacia la derecha. flexiono los brazos hacia la izquierda todo lo que puedo. De repente, la sombra desaparece, al mismo tiempo que el soldado aparece por el borde de la mesa, tumbado y con el brazo derecho extendido. El extremo de su mano brilla. descargo mi golpe en cuanto le veo. le alcanzo justo con el filo, en medio del cuello. El sable atraviesa limpiamente, con un sonido suave,como de seda rasgándose y se incrusta en la esquina de la mesa con un sonido seco y vibrante. Mientras, el cuerpo del soldado se desploma y la cabeza sigue su camino.

Hijo de puta.

Desincrusto la espada de la esquina de la mesa, mientras examino el cuerpo. La armadura negra, en realidad es una tela. parece blanda. Hundo el dedo, y la tela parece reaccionar, endureciéndose. No me extraño demasiado. Más que nada, porque la sangre que brota del cuello seccionado y de la cabeza, que se ha parado unos metros más lejos, es negra. No rojo oscuro,no. Es negra.



continuará...



4 comentarios:

SueEllenRV dijo...

Impresionante.
Me he quedado sin palabras

Unknown dijo...

muy interesante.
por cierto, 'obi' y 'tsuba' es lo mismo. En 'tsuba' no has puesto que es...

me ha gustao la BSO, pelin corta, quizas

Anónimo dijo...

Ale, ya te puedes poner con la tercera...

La bso es corta, como los jóvenes, de esos de 30 sg.

El relato mejora al final. El inicio me ha parecido un poco lioso (el estilo de escritura), pero me declaro Fans de odenta.

¿Conducto ventilación de una sala de calderas va a dar a una sala de exposición del museo?, eso no lo ha firmado un instalador con carné A.

Me gusta el relato y la historia.

Pd.: En 'tsuba' has puesto acronym tytle.

Ender Wiggins dijo...

gracias por lo de la tsuba.

la música no era corta, pero parece que los de imeem ya cortan las canciones meteóricamente, porque estas las subí el mismo viernes y ya están cortadas. lo siento. son las dos de la BSO de Matrix Revolutions (Tetsukin y Navras)