Yo no estaré, pero...

El día que yo me vaya
el mundo seguirá girando.
¡Qué desacato, qué impertinencia!
¿Sin mí, cómo es posible?
Pero no se detendrá, seguro.

Ese día, lejano pero inevitable,
los niños continuarán jugando,
los amantes seguirán amándose,
y las mismas verdades y mentiras
serán repetidas mil veces más
como si fueran siempre nuevas.

Y seguirá lloviendo sobre los tejados
y los acordes formarán nuevas canciones
y las mismas palabras helarán algunos corazones.

Los poemas se elevarán hermosamente inútiles
y habrá décimas de segundo preciosas, fugaces, necesarias
y todo lo efímero volverá a ser bello.

Yo no estaré,
pero habrá unas manos de mujer acariciando el cielo
y restos de naufragios, y alcohol, y cigarros,
y alguien intentará de nuevo ser más rápido que la muerte
sin conseguirlo,
claro.

Y habrá trenes y estaciones,
y despedidas y abrazos,
y espejos que mienten,
y esas miradas que nunca nadie advierte,
y el mismo frío que siempre cala hasta los huesos.

Eternos soñadores
perseguirán el humo
de algún incendio apagado
hace tiempo ya.

Y habrá pisadas mudas
en mitad de la noche estrellada,
y pasillos
y camas de hospital
donde la vida y la muerte
juegan al escondite.

Se volverán a incumplir las mismas promesas
y las mentiras piadosas cotizarán en Bolsa.
Y los Dioses volverán a ser hombres
y los hombres Dioses.

Habrá deseos por fin cumplidos
sustituídos inmediatamente por otros nuevos
y viajes a ninguna parte,
que siempre son los mejores.

Habrá todo eso, sí
y mucho más,
ya
sin mí.