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miércoles, 25 de junio de 2008

Esta paranoia es de Ender Wiggins

Despertares



Jordi se despertó. Recordaba vagamente un sueño en el que un montón de sombrillas multicolor estaban haciendo la compra en el supermercado y le pedían monedas para el carrito. Alejó esa imagen de su mente y se concentró en levantarse de la cama.Pero al parecer, no se concentró lo suficiente; Nada más poner un pie en el suelo, la alfombra se movió inexplicablemente y cayó de bruces con tal fuerza que hasta las legañas se despertaron.

Jordi se arrastró hasta el baño, somnoliento y entró en el baño. Una vez se lavó la sangre de la nariz, cogió la toalla y se secó la cara.

Extraño.

Esta toalla es nueva.

Y yo no tengo alfombra en la habitación.


Un maullido le devolvió a la realidad. La alfombra no se había movido. La toalla no era nueva. Su baño no tenía azulejos azul claro y por supuesto, su virilidad hubiera sufrido lo suyo si su taza del WC tuviera la tapa forrada de felpa rosa.

Así que no estaba en su casa. En ese momento, un escalofrío le recorrió el cuerpo y se dio cuenta de que estaba totalmente desnudo. No desnudo como en las películas, que la sabana tapa las partes pudendas. Desnudo al completo, ridículamente desnudo, como cualquier hombre desnudo. Se tapó instintivamente, aunque el espejo no demostró ninguna emoción al respecto. Normal. Jordi no tenía un buen desnudo.

La siguiente pregunta era....¿dónde estoy?. Jordi intentó recordar la noche anterior, pero no logró más que vislumbrar un montón de vodkas-naranja y a un montón de gente que le llamaba 'amigo' y... ¿una pista de baile? ¿bailé? ohdiosmío.

El gato le distrajo brevemente, frotándose contra sus tobillos. Jordi le prestó atención, más por distraerse del tremendo lío en el que estaba que porque le gustasen los gatos. En realidad los odiaba. Éste era una bola de pelo naranja con patas que, sintiendo las malas vibraciones que Jordi emanaba, levantó la cabeza, soltó un sonoro bufido y se alejó por donde había venido.

"Bien. Ahora solo tengo que encontrar mi ropa y largarme de aquí lo antes posible", pensó Jordi, rascándose distraídamente la polla. Casi se tranquilizó con este cotidiano acto, hasta que se dió cuenta de que estaba pegajoso. No sólo por su polla y alrededores, sino en la tripa, en el cuello, en los muslos,... prácticamente no quedaba ninguna parte de su cuerpo que no estuviese pegajosa.. Incluso cuando se llevó las manos a la cabeza, notó como los dedos se adherían a su pelo.

¿me he liado con un panal de abejas o he tenido una noche de sexo salvaje de la que ni me acuerdo?


Jordi casi esperaba que fuese lo primero. Las abejas no suelen pedir explicaciones. Pero desafortunadamente, tampoco suelen tener gatos como mascotas. Por no hablar de baños con azulejos azules. Así que se anudó una toalla (rosa) en la cintura, que se quedó inmediatamente adherida a su cintura,merced a la desconocida sustancia pegajosa que le impregnaba y se asomó por la puerta. La habitación era grande. Apenas estaba amueblada y tenía un enorme ventanal al fondo, con la persiana totalmente subida. Mientras se frotaba las manos y el pecho para deshacerse de una parte, al menos, de la sustancia pegajosa, Jordi se preguntó como se había levantado sin darse cuenta de que no estaba en su acogedora (por no decir minúscula) habitación de la residencia.

En el centro de la habitación, como un turista que pasaba por allí, había una cama bastante grande, solitaria. No había ni una triste mesilla. Ni un armario. No había ni cuadros en las paredes. Sólo había una cama.

Y cuatro pies asomando por ella.

Jordi se preguntó si el vodka todavía estaría jugándole una mala pasada, pero no. O en la habitación había solo media cama, o no podía estar viendo doble. Uno de los pies se removió, inquieto, como burlándose del mirón. Un brazo asomó entre las sábanas. Por el pie de la cama.

dos personas. En una cama. Con él. Durmiendo en posiciones inverosímiles.

Jordi, que lo más emocionante que había hecho en su vida era largarse sin pagar de un Starbucks, se emocionó. Para qué negarlo. Como cualquier hombre, tenía la fantasía (no tan secreta) de montárselo con dos tías. Era fantástico. Y a la vez, lo más deprimente que le habáia pasado en su vida. No se acordaba de nada. Esperaba haber estado fantástico. Aunque ahora que se fijaba...

Un par de pies eran ligeramente peludos.

¡OhDiosMío¿CuántoBebíAnoche?! ¡YoNoTengoAmigosTengoHijosDePuta¿CómoMeDejaronIrmeConUnTio?!


Fácil. Estaban tan borrachos como yo. Y me dejaron irme con una pareja de pervertidos que me han untado de miel.

Hijos de puta borrachos...

Jordi pensó en alguna manera de salir de allí y olvidarse de esa noche funesta. Olvidarse de lo poco que recordaba. Así que salió del baño de puntillas, levitó hasta la silla donde estaba su ropa, se enfundó en ella con gran esfuerzo y salió de la casa por la ventana (afortunadamente, la casa era una especie de chalet). Se metió en el primer autobús urbano que vio y decidió no contarle a nadie, nunca, este incidente.

[5 minutos después]

-Mhfsssh...¿Jordi?...¿jooooordi?...Ana...¡despierta!
- ¿Qué pasa?
- Jordi se ha ido.
- Vaya. Yo esperaba que me hiciese otra vez lo del helicóptero,...eeeehhh...¿tu nombre...?
- Eva.
- Sí, eso, Eva. Nunca hubiese pensado que un tío tan normalito fuese asi de bestia en la cama.
- Ni yo. Y eso que ni me había depilado. Joder, parezco un oso.
- A lo mejor le excitaba... ¿viste lo que hizo con ese tarro de miel?
- Dios. todavía me tiemblan las piernas. ¡Qué lástima que se haya largado!
- Tranquila. Ayer le escribí mi móvil en la palma de la mano. No creo que sea tan idiota como para lavárselo, teniendo en cuenta lo que le hicimos entre las dos.



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