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lunes, 8 de junio de 2009

Esta paranoia es de trasgu

Dos poemas

No alarmarse: no son míos. Son de un antiguo compañero de universidad ( que no sé por dónde andará, por cierto). Los publicó en la revista que cada año elaboraban los alumnos, dentro de un concurso poético que el jurado de ese año decició declarar "desierto".
Hoy los he vuelto a encontrar por casualidad. Y me gustan mucho. A ver qué os parecen:




San Sebastián, 23,40

Las muchachas profanadas del Pigalle
no nadan en las mesetas húngaras.
Los naranjos llameantes de Levante
no encendieron la Aurora Boreal.
Los caballos de colores de Old Basing
no conocen las estatuas del puente Carlos.
Pero tú y yo los tuvimos a todos
porque entre ellos nacimos y nos conquistamos.
Era tu cuerpo una estepa salvaje
donde otros acamparon sus cicatrices,
mas no te aflijas, hermana de sangre,
que yo beberé la ceniza de tus huesos
ahora que la tierra entera nos pertenece.
No importa el verbo traidor.
No importan las máscaras de la ausencia.
No importa la mujer que en cada gesto
suicida sus inviernos clericales.
Todos somos y en todos crecemos
como las cosas calladas que siempre renacen.
Pero he de callar, pues calla la noche.
Sólo un secreto: Sobre tu vientre de agua
los niños como cangrejos desvelan madrugadas.




Ponferrada, 16,30

Mi perro me mira incrédulo, pero, como
siempre, voy. “ Cuídate. Llamaremos esta
noche”. Padre, me abraza con soltura.
El hábito aplaca todos los dolores. La
lluvia moja mis gafas sin precisión como
los buenos pintores. En algún lugar
una voz busca un nombre que no es el
mío. ESTACIÓN DE AUTOBUSES. Un yonki
me pide dinero 16,30: Esta vez no
he llegado tarde. ESTACION DE AUTO-
BUSES PONFERRADA. Otro yonki reclama
dinero: “ No se preocupe. No me mareo
en los autobuses”. El cielo ennegrecido
Este maldito cielo ennegrecido “ ¡ Juan ¡
¡ Juan ¡”. He vivido una novela de 24 años
que otros llamarían vida perdida. En esta
ciudad está todo por hacer “¿ Has comprado
cigarrillos?”. Asiento 26.: Arrancamos. El
Sol estampa su sudor contra el valle y todo
parece un milagro. Escucho: Shostakovich. Cuarteto de cuerda.
N.º 8. Op. 110 Leo: “ porque nadie regresa del dolor y permanece
siendo el mismo hombre…”. El sabor de la resaca entre los dientes
me recuerda su cuerpo desnudo. “No. Muchas gracias”.
Las grúas me saludan al pasar. No soy un buen hijo, ni un buen
Amante, ni un buen jugador de cartas.
“ Adiós, muchachos!”. “¡ Adiós!”.
Me he quedado con el alma seca y vacía
como coralina desteñida. Y ahora sé
más que nunca que no he venido aquí
para celebrar el mundo. Acaso para castigarlo.



1 comentarios:

Unknown dijo...

gustar el segundo, sip.

:P