Ayer, cuando volvía para casa, absorto viendo "Los Soprano" en el móvil, justo en la entrada de una rotonda, levanté la vista y vi uno de esos termómetros que ponen en las ciudades, en medio de un sitio sin sombras. El pobrecillo marcaba 41 grados.

El autobusero entró en la rotonda. Me apoyé en el cristal con la cabeza y ví de reojo como entraba un coche por la siguiente entrada de la rotonda. Inexplicablemente, parece que el conductor del coche no vio el autobús; no sé que tipo de despiste es necesario para obviar una mole como un autobús, pero el coche (un seat león negro) pegó un buen frenazo, a pesar de lo cual pegó un toquecito al autobús en el costado, haciendo que me reverberase la cabeza. En ese momento, se oyeron un par de grititos (sendas chicas, los tíos gritamos por dentro, se ve) y un murmullo. El autobusero para, se baja, empieza a gritar. La gente se agolpa en las ventanas, algunos con el susto en el cuerpo, otros simplemente curiosos.

Miro el termómetro. Marca 42. Y arranco a reír como si me fuera la vida en ello.

(lo divertido fue que un pasajero me recomendó acudir al médico, a ver si estaba en shock. Le tuve que explicar lo del termómetro. No se rió.)


(qué mal se explican estas cosas en twitter, leñe)