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domingo, 30 de septiembre de 2007

Esta paranoia es de Anónimo

Peter Dean

00. Guía de Monette's
01. Peter Dean
02. John Buck
03. Steven Hawks
04. Mae Burr
05. Jelissa Hawks
06. Fred Bale
07. Jennifer
08. Tom Mcgurn
09. Carol Bale
10. Brian Ness
11. Bill Torrio
12. Dorothy



18:35 p.m.
30 de Septiembre de 1943
KayRiver City


La puerta estaba entornada. La persiana interior descansaba en la mitad del cristal traslucido a la altura del letrero escrito en letras negras. Volví a mirarlo una vez más.
John Buck
Detective privado

Sabía perfectamente quien era, había sido portada de toda la prensa de la ciudad durante una semana, y tanto tiempo en una ciudad como esta, con tantos disturbios, era signo de importancia. Hacía algo más de medio año desde entonces. Nadie había vuelto a alquilar este despacho, el lugar del crimen. Miedo, temor, demasiados rumores en definitiva.

-¿Entramos?. –Me invitó Frankie, un tipo gordo que no paraba de sudar, asfixiado por las cuatro plantas de escaleras y por el nudo de la corbata, mal hecho. El traje le hacía parecer más insignificante. Mal gusto combinado con mala percha. Frankie era un hombre vulgar, asustadizo y de lealtades un poco volátiles, siempre cercanas al dinero, a la mayor cantidad de dinero posible; pero era el casero y tenía en su poder el único despacho que podía permitirme y realmente merecía la pena. Supongo que debería darle las gracias a Johnny, si estuviera vivo.

Accedí a su invitación y entramos en el despacho no sin antes sopesar por última vez en donde me metía. Era un lugar amplio, con el centro totalmente despejado tan sólo cubierto por una alfombra cuyos días estaban contados.
A la izquierda, en la misma pared de la entrada, se hallaba un sofá-cama que a juzgar por su aspecto había ejercido más de lo segundo que de lo primero, pero al que sin embargo todavía le quedaban algunas noches más de vida.
La pared izquierda contenía un par de cuadros de jazz anónimos flanqueando un espejo mellado en su esquina superior izquierda justo encima de un mueble archivador bajo y un viejo perchero de seis cabezas, ahora cinco, situado al final de la misma.
Sobre la pared derecha desnuda descansaba un armario de dos puertas y al final, justo antes de dar paso a la parte trasera del habitáculo, se encontraba una puerta, supuse, y después confirmé, del pequeño cuarto de baño.

En el fondo se encontraba una amplía mesa de trabajo despejada de todo rastro de su anterior propietario salvo una lámpara y un teléfono. Dos sillas giratorias de cuero negro precediendo a la mesa y un sillón reclinable, también de cuero negro, y con pinta de ser bastante cómodo, completaban el conjunto. El sillón, marca inconfundible del trabajo del anterior inquilino del local, estaba situado entre la mesa y dos grandes ventanales por cuyas persianas enrollables de fina madera desgastada se filtraban los últimos hilos de luz del atardecer.

Me acerqué a las ventanas y separé ligeramente con mis dedos las láminas de la persiana para descubrir las vistas de la calle Brown esquina con la 43. El sitió era inmejorable, pleno centro, cerca del Examiner, mi futuro trabajo, y de Union Station, en pleno distrito de Inglewood.
-¿Qué le parece?. Tiene buenas vistas y el precio es bastante... adecuado. –Dijo Frankie deseoso por fin de alquilar el local. Seis meses es demasiado tiempo para tener una propiedad sin arrendar.
-Si. No está mal, el despacho me gusta, teniendo en cuenta la zona... y teniendo en cuenta lo que sucedió... es, razonable más que adecuado. –Me aparté de la ventana y recorrí con la vista la habitación. -¿Ocurrió aquí?, ¿verdad?. –Frankie me miró nervioso. Saltaba a la vista que el tema le incomodaba y que tenía prisa por zanjar el acuerdo sin perder algo más de dinero. No era mi intención regatear el precio, me movió mi curiosidad de periodista, de fotógrafo para ser exacto.
-Hhmm... no voy a bajar el precio más -se secó el sudor de la frete con el pañuelo- ese tema ya lo hemos discutido.
-No pretendo hacerlo, es sólo malsana curiosidad. –Rebusqué en mi abrigo el paquete de cigarrillos- ¿quiere uno? –le ofrecí mientras buscaba el paquete de cerillas que siempre llevo y nunca encuentro.
-No fumo y usted tampoco debería. –Me aleccionó Frankie mientras me ofrecía un paquete de cerillas- quédeselas, de todas formas... realmente son suyas. Las encontré aquí debajo del mueble. Serían de... -No pronunció su nombre. Definitivamente el tema no le agradaba nada en absoluto.
-… De Johnny–. Terminé su frase mientras las cogía. –Me lo quedo–. Hice un gesto con la mano moviendo las cerillas y las guardé junto al paquete de cigarrillos. Fumaría después a solas. -... Y el despacho también.
-¡Perfecto! –exclamó lleno de júbilo- son dos meses de fianza.

Terminamos la transacción rápidamente. Él quería mi dinero y yo quedarme a solas. Acordamos que todos los finales de mes pasaría a cobrar el alquiler, el resto de los días ni se acercaría por aquí. Mejor para mi y mi intimidad... y para él y sus miedos.

Me recosté en el sillón, ciertamente era muy cómodo. Abrí los cajones de la mesa, estaban todos vacíos. Habían limpiado bien. Volví a coger mis cigarrillos Marlboro. Me llevé uno a la boca directamente y tiré el paquete sobre la mesa. Busqué la caja de cerillas. Era bonita, tenía dibujada la silueta de una dama en tonos rojizos superpuesta sobre el esbozo en negro de un micrófono, todo ello sobre un fondo blanco. Elegante y sensual. Giré la caja antes de abrirla. En la parte trasera se leía:
Monette’s
Calle 52, Westside
No quedaba muy lejos de aquí. Quizás más adelante cuando me hubiera asentado me acercaría a conocerlo. Abrí la caja de cerillas. Ya había sido usada, faltaban algunas cerillas, pero no fue eso lo que me llamo la atención. En una esquina había escrito un nombre de mujer: Lana. Me quedé mirándolo. No sabía quien era, pero conociendo a su anterior propietario despertó toda mi curiosidad. Arranqué una cerilla y encendí el cigarrillo. Pasé el dedo por encima del nombre escrito antes de guardarme las cerillas en el bolsillo. Pegué una lenta calada, giré el sillón para ver la ciudad a través de las cortinas y pregunté a la noche…
¿Quién eres Lana?.
¿Quién eres?.



8 comentarios:

J. Coltrane dijo...

Guau, esto es verdadera novela negra. No podía faltar un poco de Jazz, claro... Me gusta, ¿tendrá continuación?...

Esta semana os he abandonado un poco... I'm zorry...

Saludos

SueEllenRV dijo...

Esa Lana me suena a lagarta

Anónimo dijo...

no sale Kojak, a mi me gustaba

Unknown dijo...

que interesante...
:)

Unknown dijo...

por cierto.. la saga 98, se ha acabado de verdad, verdadera???
...

besotes
p.d.: quiero irme a casa, yaaaaaaaa

Anónimo dijo...

La historia esta ha surgido según escribía y no sé como seguirá, algo tengo en mente, pero también iba a escribir otro inicio y salió este.
?¿?¿?¿

Thks. No sé si seguiré con esto, ya veremos. El jazz era inevitable y no hace falta decir zorrys.

Ni lagarta ni monjita de la caridad, depende del momento... o ya se verá o no.

Paso del anónimo, de kojak y de nirvana en los ochenta. ;)

Yo diría que sí, que la serie 98 está acabada... de momento, o no, o si, o si, no, si, ainssss.

Pd.: Venga, vale, vete a casa.

Unknown dijo...

jo.

Ender Wiggins dijo...

Curioso, curioso.
ya te he comentado por mail que al principio, hay ciertos puntos de la narración que me 'interrumpían' al leer. La cosa ha ido desapareciendo ha medida que he ido leyendo. Me gusta la ambientaciónd detallada. Me gusta la descripción de personajes. Los tópicos de serie negra no em disgustan, pero me parecen obvios; la culpa la tiene Bill Waterson por dibujra a Calvin de detective, o el puto Cálico Electrónico ("Oliver, Benjiiii el futbol es su pasiorrrrlglllsh")

En resumen, me gusta. Buena base para una historia.