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lunes, 20 de agosto de 2007

Esta paranoia es de Ender Wiggins

Fahrenheit 18000032 - Parte I

Aclaración: Esto es un pequeño e insignificante homenaje a esta obra maestra.

Ryan Ferris
miró nervioso el botón.

Un escalofrío recorrió su nuca, como un tren a medianoche, marcando los railes con un sonido monótono y metálico. La sensación desapareció pronto, pero Ryan seguía paladeando el nerviosismo, el sudor, agrio y pegajoso, en sus manos, en su vientre, en su espalda.

La guerra nunca estallaría. América nunca apretarían el botón; Fuera de América temían el contraataque. Así, América, tierra de consumidores pegados a sus pantallas-murales, sin criterio ni inquietud por tenerlo, seguía amansándose, gracias a los programas, las series, los 'familiares' que les entretenían delante de sus pantallas, les mimaban, les decían lo que debían pensar.

Los condicionamientos de ocio funcionaban a la perfección y el espectáculo de los Bomberos no era ya ni una novedad, ni una sorpresa. La masa informe de espectadores apenas consideraba entretenido el delito, y cada vez eran menos los curiosos que se asomaban a sus puertas para ver como los bomberos borraban de la existencia los pocos libros que quedaban.

Ryan recordaba vagamente haber asistido una vez, con su esposa, a un incendio de la casa de un vecino; al parecer, el aparentemente insulso Sr. Goldstein tenía una colección de 300 títulos en un desván oculto por un falso techo. Su nieto lo descubrió y le denunció. Y el señor Goldstein, entre lágrimas, solo pudo observar impotente como el coche de bomberos acudía, cubría su casa de petróleo eficientemente, y el jefe de los bomberos arrojaba una cerilla pomposamente, entre los vítores de sus subordinados.

El condicionamiento funcionaba, en efecto. Él, como especialista atómico titulado por Cambridge, hasta hace poco ni siquiera se planteó porqué sabía tanto de qué hacían las máquinas y nada de cómo funcionaban. Su perfecta rutina de trabajo, su anodina misión, consistente en cuidar de los paneles de control de la base militar de Norfolk y los accesos a las salas protegidas, nunca le había parecido repetitiva, insulsa, carente de significado. Un día tras otro, comprobando las llaves de palma, comprobando que todas las luces estaban en verde, que los Sabuesos Mecánicos tenían su programación actualizada y estaban activados. Una y otra vez. Nunca se planteó la utilidad de su cometido; la daba por supuesta.

Hasta que conoció a Clarisse. Y ella le mostró a Montag.

Clarisse fue un descubrimiento involuntario. Camino de casa, le asaltó con una sencilla pregunta ("¿tiene hora, por favor?"). Su aparente desvalimiento y las horas de la noche hicieron que Ryan se ofreciese a acompañarla hasta su casa.

Ahí empezó todo.

A partir de ese día, Ryan se encontraba frecuentemente con Clarisse. Casi siempre la acompañaba a casa, con cualquier pretexto. Pero la realidad era que Clarisse era un soplo extraño y refrescante, a su manera, en la cada vez más aburrida vida de Ryan.

Clarisse era capaz de inundar el cerebro de Ryan con mil y una preguntas, como un río desbocado golpeando salvajemente una presa. Preguntas que nadie se hacía. Intrascendentes, a veces rozando el límite de lo permisible. Ella siempre decía que era joven y, por tanto, estaba loca. Siempre estaba hablando de su tío. Debía ser un hombre realmente extraño y perturbador.Su tío siempre decía que la curiosidad es la madre del avance. Y que cada día debe ser único. Que hay que preguntar el porqué y el cómo de todo, porque solo así se consiguen crear cosas nuevas

Ryan nunca se había preguntado nada. Y durante la semana siguiente, no pudo conciliar el sueño, preguntándose una y otra vez quién era realmente Clarisse, y porqué le había elegido a él. El no necesitaba novedad, no veía la utilidad de someter a las personas al cambio permanente, a las tormentas emocionales. Las personas solo querían divertirse, hablar con sus 'familias' en su pantalla mural, conducir su coche a toda velocidad... todo lo que Clarisse le contaba o preguntaba contenía un atisbo de novedad, de revolución, que Ryan observaba con miedo, aunque era incapaz de negarle nada. Parecía tan dulce, inocente y vulnerable. Sólo era una niña con algo de curiosidad. Su personalidad iría atemperándose con el paso del tiempo, pensaba Ryan.

Muchas veces, hablaron de su trabajo. Ryan le contaba, orgulloso, cuan importante era su puesto, y la responsabilidad que conllevaba tener las llaves de sitios a los que solo debía acceder el Presidente. Como el mismo Presidente, una vez, habló con el por su pantalla-mural y le agradeció personalmente su labor. Ella asentía, pacientemente, y le preguntaba si le conocía personalmente. O si le había llamado por su nombre. O si el Presidente conversó con él. Ryan, asombrado de no haberse hecho las mismas preguntas, tenía que responder que no.

Generalmente, Ryan no sabía absolutamente nada. Frecuentemente, no podía responder las preguntas de la joven y alocada Clarisse. ¿Cómo funcionan los motores? ¿que sustenta un reactor? Clarisse parecía saber mucho sobre todo, pero poco sobre algo en particular. Ryan procuraba responder a las cosas que sí que sabía de manera breve y educada, porque su trabajo exigía discreción.

Rápidamente, Ryan tomó como rutina 'buscar' a Clarisse cuando volvía del trabajo. Hasta que un día, no apareció.

Ryan deceleró el paso, pensando que quizá había salido demasiado pronto del trabajo, pero enseguida desechó la posibilidad; Clarisse siempre le esperaba sentada, examinando cualquier cosa a su alrededor, o simplemente molestando a los pocos viandantes que recorrían la calle.

Pasados unos minutos, Ryan decidió dejar de esperar el encuentro casual e irse a casa. Durante las dos semanas anteriores, había visto a Clarisse todos los días, a la misma ahora. Una sensación antagónica de alivio y desasosiego cruzó su mente como un relámpago cruza el cielo en la noche. Y entonces, oyó su propio nombre, susurrado a sus espaldas.

Un hombre, de mediana edad, con una barba descuidada, aunque bien vestido, le miraba apoyado en una valla metálica. Aparentaba unos 50 años, aunque Ryan observó su mirada y le pareció más viejo que la misma tierra. Se dirigió a él sin un saludo.

- He venido a entregarle esto.

El hombre sacó un sobre blanco, se lo puso en la mano derecha, y se alejó, sin despedirse. De repente, Ryan se sintió sucio, criminalmente sospechoso. Sintió como todos sus vecinos, sus jefes, sus compañeros de trabajo, se asomaban a sus puertas y miraban de reojo ese sobre blanco, tan llamativo. Tan inusual. Tan... poco común.

Ryan guardó el sobre en el bolsillo interior de su chaqueta, y aceleró el paso hasta que llegó a su casa, casi jadeando. Cerró la puerta de casa sin quitarse nisiquiera el abrigo, y abrió el sobre frenéticamente, como un niño mamando del pecho de su madre por primera vez. Casi destrozando el sobre, Ryan extrajo una cuartilla, escrita a mano (¡a mano! ¡no podía ser de otra persona!). Decía:

"Querido Ferris:

Si estás leyendo esto, es que no volveremos a vernos. Por alguna razón, habré perdido el interés, o mi vida habrá tomado otro rumbo. Nunca se sabe lo que nos depara el futuro, por mucho que el gobierno quiera dictarnos lo contrario.

Tengo que pedirte un último favor. Siempre has sido un amigo atento y receptivo, y has comprobado la triste situación social que vivimos actualmente. Sé que muchas veces te he perturbado con mis preguntas, pero solo quería enseñarte, ayudarte a descubrir algo que seguramente tu mente ya intuía:

Somos muñecos sin vida, Ferris. El gobierno nos mantiene así, y procura que nadie se salga de la norma. Demonizó y criminalizo la posesión de libros, y cualquier expresión del conocimiento humano que nos hiciera pensar, reflexionar, aprender. Eso tiene que cambiar. Puede que creas que es una opinión aislada, pero en realidad, somos muchos los que abogamos por un cambio. Y ahora, eres uno más. Tú, y mi amigo Montag, sois la punta de lanza de nuestra revolución a pequeña escala. Yo sólo puedo alentarte a hacer lo correcto. En tus manos está."

Ferris examinó el sobre, y encontró un pequeño dispositivo electrónico, parecido a los auriculares de Sueño Feliz. Se lo puso en el oído. Contenían conversaciones de Clarisse con el tal Montag...conversaciones muy parecidas a las que mantenía con Ferris, pero, como notó inmediatamente (no sin cierta dosis de celos), más personales, más atrevidas.

Después de terminar de oir las conversaciones, Ferris decidió que tenía que ver a Montag.


...Continuará.



9 comentarios:

SueEllenRV dijo...

Interesante

Jon Nieve dijo...

Lamentablemente, esto esta sucediendo de una manera mas sutil.
En vez de quemar los libros, hacen best sellers de cosas como el codigo davinci. No se que sera peor. Y como borregos tragamos. Mientras nos dejen nuestras teles de plasma, nuestros coches, nuestras distracciones no nos preocupamos de lo que sucede en nuestro alrededor...
definitivamente, solo la Ignorancia da la felicidad.
Ojala pudiera olvidar todo lo que se.

Anónimo dijo...

Te has puesto el listó alto. Espero la continuación.

Anónimo dijo...

Cuando sale el gordo de la gorra haciendo preguntas impertinentes?????????

Ender Wiggins dijo...

farenheit 451 se escribió en 1953.Eso sí que tiene mérito. predecir pantallas que ocupan toda la pared, que el ocio se iba a convertir en el opio del pueblo, que los coches y la velocidad, o el romper cosas iban a ser el desahogo de las masas.

Bradbury era un optimista bastante romántico. Creía que los signos de la decadencia serían tan claros y que el gobierno necesitaría hacer algo para prohibir los libros. Y que la muerte de los libros sería épica, con gente quemándolos, como antiguamente. Pero el hecho es que la cultura va siendo arrinconada por la propia gente, sin necesidad de que es obliguen...

En cuanto al listón...cuando leo un libro y me gusta, me encanta coger una linea argumental que el autor no ha usado, y hacerla 'concordar' con la linea argumental primaria. Explicar cosas. Por eso me gusta tanto la saga de ender y la saga complementaria, la de "la sombra de...". Así que mi linea argumental solo es completar huecos. Aunque he de reconocer que Bradbury deja la linea argumental que he cogido totalmente vaía, sin una sola referencia. Pero tengo el final ya escrito, por un fucking maestro, asi que...

Anónimo dijo...

Mi comentario era por tu relato y como está escrito (bien escrito), te lo has puesto difícil, o continúas a un muy buen nivel o la cagas y se desploma a lo bestia.

Sobre el resto no opino.

Ender Wiggins dijo...

Aprecio el cumplido, no creas que no. Solo te digo que acabo de releer el libro por segunda vez, y estoy bastante borracho del estilo de Bradbury,que utiliza mucho las metáforas. Vamos, que es como si me hubiese poseido el espíritu de Bradbury, y, en vez de decirme : "Vamos, Ender, llévame de putas", ha dicho "¿porqué no haces un relato sobre fahrenheit 451?"

:-DDD

P.D: El fin del relato está al principio

P.D.2: ¿El P.D es lo suficientemente enigmático-tocahuevos?

P.D.3: ¿Quieres leerte el original? es de lo poco que no tengo ya embalado para la mudanza y este finde voy para allá. Yo me lo leí en el viaje Avila-Madrid, menos 30 páginas. es cortito.

Anónimo dijo...

Si quiero. ¿Coño! nunca pensé que lo diría.

[autopromocion on] me hablas de enigmas cogidos con pinzas tocahuevuuus ¿? [autopromocion casi off]

¿Borracho de su estilo y de putas? fieeeesssstorrrraaaaa. En serio, da igual que ten emborraches de su estilo, hay que escribirlo bien. Te voy a hacer la pelota porque según el sr Soy Grande hice que te cagaras en toooo y hemos decidido llamarte mucho y alabarte para ir teniendo disculpas en la reserva.

Me cago en to...

Unknown dijo...

muy interesante.
:)