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domingo, 29 de abril de 2007

Esta paranoia es de Anónimo

Consejos sentimentales



Estimado Sr. Vidente,

La presente carta es para agradecerle los valiosos consejos que usted me dio la pasada semana sobre la situación con mi amante que le relaté. Como bien le indiqué estamos pasando un periodo en el que el secretismo y la novedad se han escapado para dar paso a cierta rutina.

Usted tuvo a bien recoger nuestro caso en su consultorio radiofónico y, entre otras cosas, nos recomendó una escapada furtiva a una idílica y romántica casa rural. Seguimos su consejo, no sin antes esquivar las dificultades propias de escondérselo a nuestras respectivas parejas formales.

A continuación le relato la experiencia.

El sábado llegamos a la casa reservada en mitad de la sierra impacientes por reavivar y disfrutar de nuestra pasión. Nuestras expectativas eran altas, habíamos invertido mucha ilusión, esfuerzo y dinero en ello. Nada mas llegar nos dimos cuenta de que algo no iba a salir bien. La casa, por llamarla de alguna manera, era un viejo corral de gallinas adaptado para la ocasión. No obstante, y a pesar de que estaba tan frío como sucio, decidimos no desanimarnos. Invertimos todo el sábado en preparar nuestro nicho de amor y así por lo menos disfrutar de una intensa noche. Conseguimos pasar de la extrema suciedad al despreocupado desorden; con el frió no pudimos, principalmente porque sólo teníamos mantas y una chimenea, como no podía ser de otra manera, sin leña.

El esfuerzo nos dejo a los dos exhaustos, y con un inicio de pseudo pulmonía añadiría yo. Siguiendo otro de sus consejos, y el último a raíz de las consecuencias, propuse a mi amante darnos una reconfortante y, por qué no, erótica ducha. Después de mucho suplicar nos pusimos a ello.

Nada mas entrar en el baño me desnude rápidamente, ya habíamos perdido todo un día, pero ella tardo sus 10 minutos en prepararse. Tiempo que aproveché para cambiar mi aspecto físico. A cada minuto que pasaba una parte de mi cuerpo se volvía de un aleatorio tono azul acompañado de diminutos y repetitivos movimientos vulgarmente conocidos como tiritona, para cuando entramos en la ducha parecíamos papa pitufo y una doble señal de dirección. Los primeros cuatro minutos fueron una deliciosa descripción del infierno, minutos que ella tardó en regular la temperatura del agua sobre mi todavía piel de gallina, de gallina azul. Entre cánticos regionales y vítores a todos los santos, el agua adquirió una temperatura adecuada, aunque en esos momentos mi piel ya empezaba a ser un homenaje al arco iris y había incorporado nuevos e inquietantes tonos morados y rojos.

Dispuesto a disfrutar a costa de todo, no dejé que esto se interpusiera entre nosotros y empezamos con los juegos propios del momento. Ella decidió jugar a los saludos. Nunca he entendido esta manía pero no dije nada en compensación porque en breves segundos yo me mimetizaría en esponja. Al principio resulto gracioso, saludo a... ja ja ja, y a tal... ja ja ja... hasta que le dio por probar si el micrófono funcionaba o no. Después del primer toquecito (probando, probando) me encogí con tal violencia, no era para menos, que golpeé con mi cabeza en sus pechos con tan mala suerte que uno de sus increíbles y sorprendentemente duros pezones se clavo en mi ojo derecho. Instintivamente lleve mi mano al foco del nuevo dolor manipulando accidentalmente parte de la llave del agua fría. Esta cual géiser de cubitos de hielo se estrello contra mi estomago. Volví a agacharme casi repitiendo el doloroso encontronazo anterior. Digo casi, porque esta vez fue el otro lado, el izquierdo. Ciego, dolorido y congelado volví a incorporarme y a tientas entre dolores varios logre regular el agua de nuevo.

Mientras tanto me percaté de que mi pareja no decía nada. Estaba sentada en el suelo con ambas manos en sus pechos. Le ayudé a incorporarse con tan mala suerte que resbalo dándome una patada en mi ya maltrechas partes. Del golpe la solté y se estrello de nuevo con el suelo, no sin antes golpear con sus manos el estante de los jabones que en riguroso y disciplinado orden fueron golpeando mi cuerpo. Tras su caída, en un acto de rabia me dio un sopapo en la cara, cara que yo previamente había tenido a bien poner a su altura, más que nada por la repentina necesidad de hacer flexiones que me había surgido. Del sopapo me caí en la ducha dando fortuitamente un rodillazo a mi pareja en las costillas. A lo que ella respondió con una patada que se estrello en mi ciega cara. Como somos personas civilizadas nos pusimos de acuerdo instintivamente en el mecanismo del intercambio de golpes, ella los daba y yo los recibía. Durante este proceso algún que otro jabón se vertió sobre nuestros cuerpos y mezclado con el agua, que seguía cayendo a chorros, formó un mar de espuma en el que casi morimos ahogados de no ser porque yo, en un espontáneo acto heroico, me vi obligado a ingerir gran parte de ellos, con pompas incluidas. Le aseguro que fue una escena dantesca.

En este punto decidimos no tentar más a la suerte, gracias en gran medida a que ella se cansó de golpear y yo ya no sentía ningún tipo de estimulo que no fuera doloroso. Nos dirigimos al hospital más cercano. Allí viendo el panorama, los médicos activaron el protocolo contra malos tratos. Una hora después de la primera cura. Me encontraba esposado en un calabozo acusado de malos tratos, dolorido en exceso y sin sexo alguno, por otro lado afortunadamente dado los rumores que recorren las penitenciarias. Tras muchas peripecias legales conseguimos explicar la situación y regresar a casa más o menos sanos, eso si con fama medio de maltratador medio de gilipollas calzonazos, y le aseguro que no se cual de las dos es peor.

Mi único afán es comunicarle que no debe usted preocuparse ni por mi ni por mi pareja. Ya estamos empezando a sanar nuestras heridas e incluso queremos programar una nueva aventura, eso si, esta vez a nuestra manera. No se lo tome a mal, es prescripción medica. No obstante soy una persona agradecida y como tal deseo darle las gracias por su extraña ayuda, increíblemente se ha reavivado nuestra pasión, y hacerle saber que no le guardo rencor alguno.

Una ultima cosa, me gustaría pedirle, si no es mucha molestia, si podría usted comunicarme cuando vuelve a tener una convención para que así yo y su mujer podamos planear nuestra próxima escapada.

Ah, el fin de semana lo pagó ella con tu dinero.

Atentamente,
El que se tira a tu esposa.



5 comentarios:

Jon Nieve dijo...

vaya, pensé que solo me había pasado a mi....
faltan las trampas puestas por los anteriores inquilinos de la casa rural...

Unknown dijo...

muy bueno!.
lo llevaras a cabo Duczen???

Pat dijo...

Qué bestia...Imaginando la escenita sado reconozco que me he descojonado viva.

Ender Wiggins dijo...

[modo Soy 'Dolce Vita' Grande ON]
Dilo ya, lo que pasa es que le has puesto los cuernos al Rappel con la Tuyupa. Duczen. Primero lo de la mamada en el coche con Divine y ahora esto. Que envid...digooo, que verguenza.
[modo Soy 'Dolce Vita' Grande OFF]

Anónimo dijo...

[Modo yo soy aquel ON]
Hay un tío por ahí en España que se me parece.
[Modo que cada noche te persigue OFF]